Cadáveres en las calles y edificios en ruinas: horror en Sweida
La ciudad de Sweida, en el sur de Siria, vive una de sus semanas más sangrientas tras el estallido de enfrentamientos entre fuerzas gubernamentales, combatientes extranjeros y milicias locales drusas. La violencia desatada dejó un saldo de cientos de muertos, escenas de terror y un fuerte sentimiento de abandono entre los civiles.
“Había cadáveres por todas partes fuera de nuestro edificio”, relató a la BBC Rima, una vecina de 45 años que pidió mantener su identidad en reserva. En apenas cinco días, vio transformarse su ciudad natal —antes pacífica— en un escenario de guerra. Según ella, los hombres armados recorrían los barrios puerta por puerta, eligiendo quién debía vivir o morir.
El conflicto se intensificó tras el secuestro de un comerciante druso en la autopista hacia Damasco. Las tensiones históricas entre las tribus drusas y beduinas derivaron en choques armados que luego fueron abordados con mano dura por el gobierno interino de Ahmed al Sharaa, quien ordenó el despliegue de fuerzas del Ministerio del Interior y de Defensa.
Lejos de apaciguar la situación, la intervención oficial generó más violencia. Residentes acusan a los militares de saquear viviendas y disparar a civiles desarmados, especialmente en zonas acomodadas. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos reportó al menos 594 muertos desde el domingo, incluidos 154 civiles drusos, de los cuales 83 habrían sido ejecutados por fuerzas gubernamentales.
La intervención de Israel complicó aún más el panorama. El ejército israelí lanzó ataques aéreos con el argumento de proteger a la comunidad drusa, aunque muchos sirios ven esta acción con desconfianza. “Nadie quiere a Israel. Somos patriotas”, dijo Nayef, un funcionario druso que denunció también el accionar brutal del ejército sirio.
Los testimonios recopilados por la BBC revelan abusos sistemáticos. Desde ejecuciones frente a familiares, hasta el humillante afeitado de los bigotes de líderes religiosos drusos —un símbolo identitario de esa comunidad—, las acciones de los combatientes han generado un profundo trauma.
La falta de ayuda humanitaria, electricidad e internet agrava aún más la crisis. Aunque el presidente interino prometió justicia y responsabilizó a “grupos al margen de la ley”, en Sweida la desconfianza es total. “Dicen cosas bonitas sobre libertades y rendición de cuentas, pero son todo mentiras”, afirmó Nayef.
Mientras los habitantes siguen recogiendo cuerpos de las calles y huyendo del fuego cruzado, la esperanza parece estar tan destruida como los edificios calcinados de Sweida.

